Este mes de marzo, la Revolución Bolivariana celebra seis años del lanzamiento de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción Socialista, mejor conocidos como CLAP, convertido en el principal programa de alimentos subsidiados del Gobierno Nacional, lanzado un año después que, Barack Obama declarara a Venezuela “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional de Estados Unidos”, en medio de la caída precipitada e histórica de los precios del petróleo en 2014 y que, finalmente, desembocó en una crisis sistémica mundial relacionada a los hidrocarburos, extendida durante varios años y, afectando principalmente a los países exportadores de crudo.
La operación bloqueo de alimentos a Venezuela[1].
En este escenario, EEUU aprovechó la reducción de los ingresos de la renta petrolera venezolana, para intentar acabar con Venezuela como Estado-Nación, y desplegó a partir de entonces una guerra no convencional, híbrida, multiforme, multidimensional, difusa; poniendo sobre la mesa opciones estratégicas de alcance político, diplomático, militar, mediático y económico, sin precedentes, particularmente, a través de la utilización de una cantidad de Medidas Coercitivas Unilaterales, para ahogar la economía, evitar el suministro de bienes esenciales, como alimentos, medicinas, combustibles, o piezas y repuestos básicos; hacer colapsar al Gobierno Nacional, e imponer finalmente un cambio de régimen, afín a sus intereses estratégicos.
En este contexto, nacen los CLAP, cuándo mantener el resto de los programas alimentarios de Venezuela, desplegados desde los inicios de la Revolución Bolivariana y hasta 2015, se dificultaba, porque eran blanco sostenido del terrorismo, las sanciones y la guerra económica diseñada contra el país, que pasaron a ser abiertamente desenmascaradas en 2017, aumentándose las mismas de forma pública y notoria por parte de la Administración Trump, ante la recuperación paulatina de los precios internacionales del petróleo y que, por tanto, impactarían positivamente en los ingresos de la nación.
El dardo certero, entonces se dirigía a la principal industria nacional PDVSA, al corazón de los ingresos de la Nación, con cuyo atentado, Estados Unidos sabía que “impactaría contra todo el pueblo venezolano, el ciudadano común y corriente de las comunidades” y, tal como lo afirmaba William Bronwfield en 2018, exembajador de EEUU en Venezuela: “en este momento quizás la mejor resolución sería acelerar el colapso, aunque se produjera un período de sufrimiento mayor en términos de meses o años”.
Así mismo, lo confirmaban los informes del Departamento de Agricultura de Estados Unidos en 2020 (USDA, por sus siglas en inglés), donde se afirmaba que, “el estado venezolano había dependido durante mucho tiempo de los ingresos del petróleo para sostener el gasto público”, y con el bloqueo de EEUU a la principal industria, se habían “erosionado los ingresos del país”, y por lo tanto, Venezuela era “incapaz de importar combustible, comprar productos básicos o mantener los programas sociales de larga data en los niveles existentes” como los CLAP.
De lo que no escaparían los agricultores venezolanos, agregando que: “en los últimos años, era común la escasez de semillas certificadas y fertilizantes”, pero en el año de la pandemia, “la escasez de combustible e insumos sería inmanejable” por el Estado venezolano.
A estas alturas del partido, está claro, que se pueden catalogar a los CLAP desde el nivel estratégico, como una acción para enfrentar lo que, sin duda en 2016, ni remotamente corría por el pensamiento de los venezolanos: el intento por parte de la primera potencia mundial, de bloquear completamente al país, llevando a cabo una gran operación para evitar el suministro de alimentos y otros bienes esenciales, como los insumos para la producción nacional, tal cual, guerra convencional, con el fin de cambiar el modelo político venezolano, y si era necesario, matando a la población hambre, o en todo caso, mediante la intervención militar directa solapada de “humanitaria”, como medio para alcanzar sus objetivos planteados.
La guerra contra los CLAP y la persecución a Alex Saab.
En 2019, después de toda la guerra aplicada contra el programa de alimentos, operado por un entramado de actores mediáticos y políticos, particularmente la autodenominada “prensa independiente”, la Asamblea Nacional, el Grupo de Lima, entre otros; con el objetivo de desprestigiarlo para que fuera rechazado por la población al cual iba dirigido; asume el rol contra el mismo, el actor real detrás de la persecución de los CLAP: Estados Unidos (ver imagen1).

En este caso, para enviar un claro mensaje al empresariado nacional e internacional, que sería perseguido, mediática, comercial y penalmente, sí se atrevía a mantener relaciones comerciales con Venezuela.
El caso más emblemático de esta persecución es Alex Saab, que además de empresario, es acreditado como Enviado Especial de la República Bolivariana de Venezuela desde 2018, y así mismo, fue ilegalmente detenido en Cabo Verde por solicitud de los Estados Unidos, hace casi dos años, mientras cumplía “gestiones orientadas para garantizar la procura humanitaria de insumos de gran necesidad para el país”, violando su inmunidad diplomática, y con una alerta roja de interpol inexistente.
Como lo explica Sigal Mandelker, subsecretario del Tesoro de EEUU, comenzaron a enviar alertas a entidades financieras del mundo, para detectar las relacionadas al programa CLAP, porque consideraban que los métodos usados permitían al Gobierno de Venezuela “evadir las sanciones”.
Y es precisamente, de lo que finalmente se le acusó mediáticamente, incluso desde la Casa Blanca a Alex Saab: de burlar el bloqueo de Estados Unidos contra Venezuela, para suministrar alimentos, medicinas y hasta combustibles.
Un año después de detenido ilegalmente, y con denuncias de haber sido cruelmente torturado, fue extraído de manera ilegal por los Estados Unidos desde Cabo Verde; “enjuiciándole” por ocho cargos, de los cuales, de inmediato se desestimaron siete, y hasta la fecha, espera porque se le reconozca su inmunidad diplomática. Mientras, que EEUU por su parte, confía en que se quiebre y “cuente todo lo que tenga que contar contra Nicolás Maduro”.
Y es que, todo el que tuviera relación con Venezuela para proveer alimentos subsidiados para el pueblo, fue perseguido por Estados Unidos, mediante terrorismo económico y sanciones, hasta lograr quebrar su relación con el Gobierno Nacional, incluso si participaban en el programa de alimentos por petróleo como Libre Abordo y Schlager Business Group. Antes le había tocado el turno a El Sardinero, Rice&Beans y La Cosmopolitana, entre muchas otras.
Según el Observatorio Nacional de Medidas Coercitivas Unilaterales de Venezuela[2], el total de sanciones aplicadas al país del 2014 al 2021, corresponden a 502 Medidas Coercitivas Unilaterales, Restrictivas y Punitivas. De estas, el 6 % fueron dirigidas explícitamente para atacar el área de la alimentación.
Sin embargo, el 24,5 % fueron dirigidas a la economía y finanzas, el 20 % al sector petróleo, y el 16,5 % al Gobierno Nacional. En ese total del 61 %, también se vulneró al Sistema Agroalimentario Venezolano por diferentes razones, entre ellas, la persecución a PDVSA, la piratería sobre Monómeros Colombo Venezolanos y, el acoso, devolución o confiscación de transacciones financieras internacionales, dirigidas al pago de alimentos.
Del parto a los 6 años
Hoy en día, este programa alimentario que nació con el auxilio de alimentos importados, para resolver la intrincada situación alimentaria del momento, en medio del más cruel asedio de EEUU, con el fin de vulnerar los altos niveles alimentarios con los que contaba la población venezolana hasta el 2015, ha dado un vuelco gigantesco.
En 2017, sólo el 7 % de los combos CLAP estaban conformados por alimentos de producción nacional, al cierre del 2021, correspondían al 91 % del total; cuyo salto cuantitativo, fue justamente en 2019, cuando arreció el asedio contra el programa por parte de los Estados Unidos, incrementándose de apenas el 10 % en 2018 al 61 % en ese año.
Esto significa que, la cantidad de combos alimentarios conformados con alimentos producidos nacionalmente, se incrementaron en un 95 % del 2017 al 2021.
Por lo tanto, de los 132 millones de combos CLAP distribuidos de forma subsidiada a las familias venezolanas, más de 119 millones de estos, fueron conformados con alimentos nacionales (ver imagen 2).

Condición que evidencia, la posible recomposición del Poder Nacional venezolano por cuanto es el autoabastecimiento alimentario factor constituyente del Poder.
De allí, la importancia del Sistema Agroalimentario Venezolano (SAV); más aún sí se está haciendo desde una posición insubordinada e independiente al poder agroalimentario hegemónico mundial, al transnacional, que aún está por verse.
En todo caso, independientemente del origen de los alimentos, se estima que, en 2016, se beneficiaron 1 millón novecientas mil familias. En comparación al 2021, se distribuyó a 7 millones quinientas mil familias venezolanas, a las cuales, de forma mensual o intermitente en algunos sectores, han recibido la totalidad de 586 millones ciento sesenta y nueve mil ochocientos cincuenta y siete combos CLAP, desde el 2017 al 2021 (ver imagen 3).

De la mano, no se ha detenido la organización de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción Socialista (ver imagen 4), nacidos al sudor del desabastecimiento inducido de los alimentos básicos en 2016. Las mujeres, generalmente a la cabeza de estos, siguen garantizando que los alimentos lleguen a las puertas de las casas de las familias venezolanas, a todo lo largo y ancho del territorio nacional.
Y es que, el 69 % de las estructuras de los 36.412 CLAP existentes en el país, están conformados por mujeres.

Datos concretos, de cómo los CLAP se convirtieron en vanguardia de resistencia contra el bloqueo en Venezuela. Una plataforma orgánica en cuanto a participación y activismo dentro de las comunidades en tiempos de asedio, cuando los alimentos eran utilizados como munición de guerra, para debilitar a la población en cantidad y calidad de vida, afectar su moral y carácter nacional, como medio para demoler el Poder Nacional venezolano.
Planteamientos finales:
Es sin duda el CLAP, una de las herramientas de la Revolución Bolivariana que debe mejorase, perfeccionarse, hacerse más eficiente, en el marco del llamado que hiciera el propio presidente Nicolás Maduro de profundizar la Revolución, a través de las 3R.nets (Resistir, Renacer y Revolucionar – en una nueva época de transición al socialismo), para garantizar que el suministro de alimentos básicos siga llegando a toda la población venezolana, sobre todo, en estos Vientos de Gran Guerra[3], en los cuales los alimentos y los insumos para la producción serán uno de los bienes esenciales más apetecidos y, por los que se competirá a nivel mundial entre los diferentes países para acceder a ellos.
La amarga experiencia de un bloqueo de alimentos a la población, para matarla de hambre, la hemos vivido los venezolanos en carne propia, y la estamos derrotando. Sigamos “esperando al enemigo hambriento, con nuestras tropas bien alimentadas”[4].
[1] (Sánchez, 2021) Operación bloqueo de alimentos a Venezuela. Cambio de régimen o matar a la población de hambre. 1era. Caracas : Trinchera, 2021. pág. 174. Las citas y hechos concretos contenidos en este artículo están referenciadas en este texto.
[2] (Observatorio de MCU de Venezuela, 2022) Estadísticas. [En línea] 2022. [Citado el: 09 de 03 de 2022.] https://observatorio.gob.ve/sistema-de-informacion-estadistica/.
[3] (Sánchez, 2021) El suministro de energía y alimentos en vientos de guerra: Rusia – Ucrania. Alimentos y Poder. [En línea] 07 de 03 de 2021. https://alimentosypoder.com/2022/03/07/el-suministro-de-energia-y-alimentos-en-vientos-de-guerra-rusia-ucrania/.
[4] (Tzu, 2010) El arte de la guerra. segunda ed. Barcelona : Plutón Ediciones X, 2010. pág. 126.
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